Empecé este año de manera diferente: yendo a misiones con un grupo de jóvenes de Schoenstatt en un pueblito del campo en Chile. Ahora estoy convencido que no hay mejor manera de haber empezado 2015. Estoy profundamente agradecida por todo lo que pasó y todo lo que Dios me hizo experimentar, regalar y sacrificar por las misiones.
En la misa de envía, el sacerdote nos plantea como “programa” para estas misiones “dejarte sorprender y dejarte transformar.” Su frase marcó los días, y así fue! Aún el día a día y el ritmo de las misiones, Dios me sorprendió muchísimo. Por uno, me sorprendía en la magnanimidad de la gente del pueblo que misionemos. Me impactó mucho la generosidad y receptividad de la gente. Claro que no todas nos abrieron la puerta, pero muchas si lo abrieron, y allí surgió conversaciones profundas y fecundas.
Cada día por la mañana, había tiempo de formación, con oración, misa o liturgia de comunión, charlas sobre diferentes temas y tiempo para reflexionar. Entonces en la tarde, en la altura del sol, salimos hacía el pueblo para misionar. Tocamos muchas puertas, y muchas nos recibieron. Allí la gente compartió mucho de su historia con nosotros – y Dios nos sorprendió de cómo El está presente en la vida de cada uno. Había muchas histories, algunos lleno de pena, perdidas y desafías, pero también lleno de un fe sencillo y fuerte, lleno de amor para la Virgen María. Teníamos temas religiosas preparada para compartir durante los visitas. Pero al final de todo, lo más importante fue simplemente estar con ellos, escucharlas, y ofrecer todo que nos había contado en oración allí mismo, juntando las intenciones y entregándolas a Dios por un rosario o unos denarios.

También hicimos varios talleres para niños, con actividades, cantos, oraciones y juegos. Fue super lindo y nosotros y los niños gozaron mucho!
Día a día y muy lentamente, empezó también a experimentar la transformación y a notarlo en las jóvenes también. Había mucho alegría, y donde antes había gente desconocido, brotó comunidad y amistad. La atmosfera se convirtió realmente en ser como un pedazo del cielo, con todas unidas en la entrega al Dios y al vecino, cargando las partes difíciles con alegría y mucha energía – hasta cantando! Aún cuando el calor realmente fue fuerte, las misioneras se animaron uno a los otros y lograron a salir adelante y servir al otro. Yo también sentía la transformación – que por los sacrificios que llegaban por el día – los pies doliendo, una puerta cerrada, el cansancio – que El me hizo crecer el corazón un poquito más cada vez, para ayudarme a servir un poquito más y amar un poquito más cada vez.
La lema de las misiones fue “Tu Cruz, Nuestra Misión!” Tuvimos varias charlas a lo largo del tiempo sobre la tema y por la experiencia diaria se fue tomando más peso y vida concreta. Una tema que me marcó mucho fue sobre el poder transformadora de la cruz. Si nos dejemos abrazar y entender nuestra cruz, Dios lo hace para purificarnos y llevarnos hacía El. Qué nuestro forma de ser, nuestro historia personal y de la familia, y las situaciones y cosas que nos lleguen sin querer son todos tipos de cruz. Pero por ello, podemos realmente ser transformada. Dios usa toda para nuestro bien y nunca nos da la cruz para que sufrimos así sin razón. Siempre el amor paternal de Dios está atrás, invitándonos por la cruz a ser transformada y redimido por la cruz de su Hijo.

The Unity Cross is a symbol of the International Catholic Movement called Schoenstatt. It was also adopted by Mother Theresa and her Daughters of Charity. Photo on Instagram by @rachelelisag
Y no solo eso, pero que Dios da a cada uno una cruz que es justo, que es único – significando que es lo mejor para traernos a la santidad, y también que solo uno se puede encargar lo suyo. El otro aspecto, especialmente de la Cruz de la Unidad, que es la cruz oficial del Movimiento de Schoenstatt, es que es una cruz de vínculos y de relaciones. En la Cruz de la Unidad, aparece María junto a Cristo, al pie de la cruz pero unida totalmente con El en su misión redentora. Esa nos muestra la unidad entre nosotros, representados en María, y Dios, pero también la unidad entre los hombres. El sacerdote nos explicó que por la cruz manifestado en nuestra vida, nosotros crecemos en humildad, que es entonces la fuente de fraternidad porque uno aprende de respetar profundamente la cruz y vida del otro, y a así sentir una verdadera solidaridad con ello.
Yo experimenté esta unidad de vínculos entre las misioneras, y también entre ellas y la gente del pueblo. Es realmente una misión única por este grupo ha sido yendo a este mismo pueblito por 12 años. Usualmente con las misiones, uno piensa en ir a diferentes lugares cada viaje. Pero estas misiones son diferente: se trata de calidad y no de cantidad. La misión es justo es: estar con la gente, y forjar vínculos con ellos, para traer y para experimentar la presencia de Dios. Cada invierno y cada verano la gente del pueblo espera a las misioneras, y cada invierno y verano lleguen y llenan las casas con su alegría juvenil, con su pasión y amor de Dios y de la Iglesia , y con sus corazones dispuestas a escuchar. Y allí, no solo el pueblo queda transformada, pero nosotras las mismas misioneras. De eso habla nuestro Santo Padre – de ir a las periferias a construir una cultura de vínculos, una cultura de “para siempre,” y una cultura de alianza y solidaridad. Si, Cristo, junto a María, portamos tu Cruz, ¡Nuestra Misión!