Cuando era niña, los días de misa de obligación me daban flojera. Alomejor era la palabra “obligación” que me hacia tomar un paso de reversa y pensar, “¿De verdad, tenemos que ir?” Siempre tenia la esperanza que alomejor a mis papas se les iba olvidar y no tendríamos que ir. Pero no, nunca se me hacia realidad el deseo. (Y gracias a Dios por estos padres.) Ir a misa una vez a la semana ya era más que suficiente para mí. Entendía unas de las celebraciones de días de obligación, pero el día de todos los Santos, umm, no pues ni me daba tentación entender.
El lugar que tomaban los santos en mi vida joven, era como tener tíos o tías que no conocía. Nuncia había pasado mucho tiempo con ellos y por eso no sabía como actuar junto a ellos. Sabía que debería respetarlos y que eran parte de nuestra fe, pero no fue hasta recientemente que de verdad empezé a realmente apreciar la belleza del amor que le tenían a Dios y el ejemplo que muestran para nuestras vidas.
Siempre tenemos la tendencia de pensar en los santos como si hubieran sido perfectos desde el principio hasta al fin. Hasta creo nos imaginamos que nacen con su lucecita brillante y con su trajecito de santo. Esto no fue la realidad de muchos santos. Eran humanos, igual a ti y a mi. Anhelaban ser amados, tenían una pasión que los empujaba por bien o por mal, y definitivamente tenían muchos problemas. Unos eran pobres y otros eran ricos. Fueron esposos, hijos, monjitas, sacerdotes, estudiantes – usted lo diga. Han tenido distintas formas de vida y son de cada esquinita del mundo. Unos hasta vivieron perdidos en caminos malos muchos años antes de escuchar la voz de Dios. Pero hay algo que todos descubrieron en esta vida – un amor tan inmenso por nuestro Señor, que le entregaron su vida entera a El. Y al descrubirlo, llenaron cada de sus necesidades con Su amor y Su voluntad.
Los gran pecadores y los gran santos, están igual de hambrientos por la misma cosa cual es Amor, pero la forma en que satisfacen ese Amor, es lo que los hace distintos. — Christopher West
Fue ese amor por Jesucristo que cambio sus vidas y los llevo a amar tanto a los demás que ni pensaban en si mismos. En El, encontraron una fuerza y valentía que yo creo ni ellos se imaginaron que podían tener. Han sido los guerreros audaces de la fe que han brillado en la obscuridad de este mundo.
Sus palabras nos enseñan como ser mejores hijos de Dios. Continúan rezando por nosotros en el cielo mientras corremos el camino de la vida e intentamos entrar por la puerta angosta. (“Pero ¡qué angosta es la puerta y qué escabroso el camino que conduce a la salvación” Mateo 7, 14 ) Estos hermosos hermanos y hermanas en Cristo son nuestra familia. Nuestra meta es estar junto a ellos un día disfrutando de la presencia de Dios por que todos somos un solo cuerpo de Cristo.
¿Como los podemos ignorar? ¡Están más llenos de vida que nosotros! Dios no los dio como mentores y amigos así como nos da a las personas en nuestras vidas diarias. Que egoístas somos al pensar que estamos desconectados de los que están en el cielo. ¿Cómo nos podemos atrever a decir que porque importan los Santos? Dios nos hizo una familia y en su poder omnipotente puede hacer posible que los Santos recen por nosotros después de esta vida y hasta que se unan junto a nosotros en adoración en la celebración de la misa.
“No se vuelvan flojos, sino más bien imiten a aquellos que por su fe y constancia consiguieron al fin lo prometido.” Hebreos 6, 12
Cuando vemos una estatua o pintura de un santo, no le estamos dando la Gloria que solo Dios merece. Son recuerdos visibles de ellos y de lo que significa vivir una vida para nuestro Señor y la intención que Dios tiene para nuestras vidas – Ser santos en el cielo. ¡Si – Todos somos llamados a ser santos! Pero ser santos, es nuestra decisión. Tenemos voluntad propia. En cada problema o decisión podemos buscar hacer nuestra voluntad o hacer la voluntad de Dios. Podemos pedir ayuda y oraciones de los santos igual a cuando le pedimos a nuestra familia y amigos aquí en la tierra. ¿Quién mejor para rezar por nosotros que los que ya están en la presencia de Dios?
Cuando decimos que nuestros seres queridos que han muerto (como nuestros abuelos) nos están cuidando desde el cielo, si es así. Todos los que están en el cielo son santos. La única diferencia es que ya tenemos evidencia específica de algunos que están en el cielo y ellos han sido declarados santos en la iglesia.
Saben, a nosotros los hispanos, latinos, o lo que quieran llamarnos, nos encantan las fiestas familiares en grande. Nosotros especialmente, no debemos tomar a la ligera, nuestra familia grande y hermosa en la tierra y en el cielo. Así es que no se pierdan la próxima gran reunión familiar en la misa esta semana . . .y no se les olvide la misa de obligación de Todos los Santos el 1º de Noviembre.
¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?” La comunión de los santos es precisamente la Iglesia. (Catecismo de la Iglesia Católica 946)