El verano esta lleno de bodas. Me encanta ver las fotos de los novios. Siempre es una ocasión de felicidad ver a dos seres unir sus vidas, prometiendo amarse y cuidarse para el resto de sus vidas, en la presencia de Dios. Es una bendición estar en una boda cuando la pareja comprende el sacramento y la vocación que van a vivir. A través de los consejos de Dios, quien los guía, encuentran la persona en su camino que El ha preparado especialmente para ellos. Juntos, se comprometen a seguir la voluntad de Dios y ayudarse uno al otro llegar al cielo. ¡Es simplemente bello!
Desafortunadamente, muchas veces, nos preocupamos con todos los preparativos de una “boda” y no un “matrimonio”. Yo amo mucho a mi esposo. Es mi mejor amigo. Cuando uno de los dos esta lejos en un viaje, los días parecen más largos y la vida no es igual. Siento que falta una parte de mí, cuando estamos aparte. Gracias a Dios, esto no sucede mucho. Aun así, nos hubiera servido de mucho prepáranos mas para el matrimonio que para una boda. Hubiéramos evitado partes de nuestros problemas y dolor. Va haber dificultades en cualquier matrimonio. Es parte del territorio. Pero hay grandes bendiciones y gracias en el sacramento de matrimonio también. Cuando de verdad, permitimos que Dios sea parta de nuestros matrimonios, las bendiciones y gracias llegan en abundancia.
Mi matrimonio me ayudado en mi vida spiritual y mi fe, mas que nada en mi vida. Nuestros padres nos enseñaron, nos amaron, y rezaron por nosotros cuando eramos niños, y sin esas cosas, estoy segura que la vida seria muy diferente. Pero es en nuestra vocación de esposos (y luego de padres) que verdaderamente tenemos la oportunidad de practicar nuestra fe. Es nuestro tiempo para hacer lo que hemos predicado como cristianos. Así es que nuestra preparación para vivir esta vocación es crítica.
Conocer y amar a Dios como individuales y ponerlo en el centro de la unión matrimonial, puede realmente ser la diferencia entre divorcio y un matrimonio que dura toda la vida. Esto no quiere decir que cada pareja que no es cristiana se va divorciar y que cada cristiano estará casado por toda la vida. La gracia y misericordia de Dios es grande y es para todos sus hijos. Lo que si quiere decir es que es importante que Dios sea parte del matrimonio. Él es quien nos creo y tiene un plan divino para nosotros. Así es que no es mala idea seguir su voluntad. Además, Él es quien nos da el amor para nuestro(a) esposo(a). ¿Porque seria buena idea cortar la fuente de ese amor? Vamos a decir (nomas por ejemplo) que las utilidades de nuestro hogar fueran gratis (as como el amor de Dios es gratis). Cortarlo del matrimonio seria como cortar el agua o la luz a nuestra casa. ¿Por qué haríamos eso si son gratis o son lo que necesitamos para vivir día a día? ¿Por qué? ¿Tal vez porque pensamos que podemos estar muy bien sin esas cosas (sin Dios en el caso del matrimonio) y depender de nosotros mismos?
¿Como cortamos a Dios de nuestros matrimonios?
No pasar tiempo con El solos y juntos mientras nos preparamos antes de decir nuestros votos (nuestras promesas a Dios). Necesitamos hablar con El, escucharlo, y permitir que Él nos guie en nuestro camino a la vocación del matrimonio.
No lo invitamos a la boda cuando nos casamos fuera del sacramento del matrimonio en la iglesia. Tal vez no tomamos nuestra parejo lo suficientemente en serio o pensamos que no necesitamos las gracias y las bendiciones que son parte del sacramento.
Lo echamos fuera de nuestras recamaras. Nosotros decidimos con quien, cuando, como, y donde porque no necesitamos Su ayuda en esta área de nuestras vidas y son decisiones personales, ¿verdad? Si no has leído La Buena Nueva Sobre El Sexo y El Matrimonio de Christopher West, hazlo. Es un libro muy fácil de comprender acerca de la Teología del Cuerpo.
Cuando no lo ponemos en el centro de nuestro matrimonio. Cuando no vamos a misa, no recibimos los sacramentos de confesión y comunión, y no buscamos Su consejo en adoración y las escrituras, esencialmente le estamos diciendo a Dios que no lo necesitamos en nuestro matrimonio. Somos humanos y fácilmente caemos en el egoísmo y orgullo. Lo necesitamos para ser buenos esposos. Nuestro(a) esposo(a) merece lo mejor de nosotros. Su eternidad puede depender de nosotros. Además, en la comunidad cristiana encontramos apoyo y amor que nos sostiene en los tiempos difíciles y celebra con nosotros en nuestras alegrías.
El mundo muchas veces pregunta que porque nosotros los Católicos estamos tan tercos en imponer nuestras creencias en el resto del mundo. Preguntan que porque no nos relajamos y dejamos al mundo vivir en paz. Recientemente he escuchado una explicación muy simple – Lo que es bueno, nunca dejara de ser bueno y lo que esta mal, no dejara de estar mal, no importa como cambien los tiempos. La verdad que nos ha dado Dios siempre será la verdad. La iglesia nunca dejara de defender la santidad del matrimonio. El futuro de la raza humana y nuestras almas dependen de esta verdad.
Y como católicos no debemos de darnos por vencidos en las perspectivas tan relajadas del mundo. ¿Por qué? Porque creemos y vivimos a través de la verdad de Dios. Y también, simplemente, porque amamos a nuestro prójimo y sabemos que todos los hijos de Dios merecen un matrimonio lleno de bendiciones y de por vida. Sabemos que el mundo necesita matrimonios santos y llenos de vida en estos tiempos difíciles.
El Catecismo Catolico describe del matrimonio asi:
IV. Los efectos del sacramento del Matrimonio
. . ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del Matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos” (GS 48,2). Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (cf Ga 6,2), de estar “sometidos unos a otros en el temor de Cristo” (Ef 5,21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero:
…Qué matrimonio el de dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Los dos hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor; nada los separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, son verdaderamente dos en una sola carne. Donde la carne es una, también es uno el espíritu (Tertuliano, Ad uxorem 2,9; cf. FC 13). [1642]