
The Thinker Paris by Steven Parker, on Flickr
Comenzando esta semana, voy a tener un grupo pequeño de adultos en Saint William donde estaremos estudiando algunas verdades del Credo y del Catecismo para continuar su preparación como evangelizadores. Este es un esfuerzo de Saint William de mover el enfoque de la parroquia de un estado de “mantenimiento” a un estado de “misión”.
Por este motivo, he estado meditando en los temas que se deben de impartir para aprovechar al máximo las semanas que se tienen disponibles. Gracias a esta oportunidad de tomar un tiempo de reflexionar en temas de Catecismo, me surgió la idea de escribir este artículo sobre la finalidad de nuestras vidas.
Es muy común y me parece indispensable, que todo estudio catequético comience con 3 preguntas fundamentales que toda persona debe de hacerse en algún momento de su vida. La primera es ¿de dónde venimos? La segunda es ¿por qué estamos aquí? La última es ¿a dónde vamos? Estas pueden ser preguntas muy difíciles de responder para personas que están alejadas de la fe o que no creen en Dios. De hecho, a pesar que estas inquietudes se encuentran en el corazón de toda persona, muchos las alejan o tratan de ignorar por el peso y responsabilidad que conllevan sus respuestas.
Por ejemplo, algunas de estas personas alejadas de Dios podría responder que estamos aquí por un accidente de la evolución, estamos aquí solamente para vivir esta vida terrena, y al final de la vida toda terminará y acabaremos regresando al polvo de la tierra. En este caso, la vida no tendría un propósito más allá de lo que podamos alcanzar con nuestras fuerzas. El problema es que tenemos en nuestra naturaleza una inclinación insaciable de buscar la felicidad. Por lo que, si se cree que todo lo que se tiene es lo que la sociedad presenta en este mundo, entonces se acabará buscando la felicidad en los lugares equivocados y nunca se tendrá una satisfacción o realización de tenerla. Le pasará lo que le sucede a todo niño que pide a sus padres el juguete de moda porque este es lo que lo hará feliz. Sin embargo, una vez que lo consigue y juega con él un poco, se da cuenta que no es cierto que esto lo hará feliz por siempre, simplemente logró una felicidad temporal. Así es que el ciclo comienza al buscar el objeto siguiente que le ayude ahora sí a alcanzar la felicidad. Esto mismo pasa con adultos y estoy seguro nos sucede de alguna manera u otra.
Sin embargo, en el caso de los cristianos, tenemos respuestas fáciles y obvias a estas preguntas fundamentales. Nosotros sabemos que hemos sido creados por Dios, todo lo que tenemos y lo que nos rodea tiene origen en Él. Nuestros padres han participado como procreadores pero ha sido Dios que de la nada ha creado nuestra alma así como creo todo lo demás. Así es que somos una creación de Él con el privilegio de ser imagen y semejanza de Él.
Por lo tanto, estamos aquí para servirle, darle gloria, y darle nuestras vidas a Él. Esto pudiera parecer como una relación de Dueño-Objeto. Sin embargo, esto es totalmente incorrecto y se puede demostrar al saber que nos ha dado el regalo de la libertad de decidir. Es tan grande esta libertad que somos capaces de rechazarlo e ignorarlo. Dios tiene todas las perfecciones en grado infinito. Por lo que Juan nos dice que Dios es amor. No solo es amoroso, Él es amor. De la misma manera podríamos decir que nos solo es bondadoso, Él es la bondad. Por lo tanto, solo en Él encontraremos la fuente inagotable de felicidad que saciará en abundancia infinita la sed que tenemos de buscar la felicidad. Al decidir libremente que debemos servirle y seguirlo durante esta vida, Él por su gracia nos ayudará y guiará a servirlo y amarlo a Él y a nuestro prójimo y entenderemos el verdadero sentido de la felicidad, la paz y el gozo. Todo esto puede ser alcanzado a pesar de los sufrimientos y tribulaciones que se viven en este mundo.

Faith Triumphant by Lawrence OP, on Flickr
Finalmente, sabemos que al morir si hemos sido fieles a Él y no lo hemos rechazado, nos recibirá en su gloria donde podremos por su gracia sobrenatural poder vivir con Él y estar en su presencia por toda la eternidad. Será finalmente en este momento donde la felicidad que hemos buscado siempre será real y nada ni nadie nos la podrán quitar. De la misma manera aquellos que hayan decidido rechazarlo e ignorar su llamado constante, recibirán justamente el vivir alejados de Él por toda la eternidad.
Una vez que se tiene la realización de estas preguntas y sus respuestas, es que se debe uno preguntar el cómo se puede conocer más a Dios para vivir nuestras vidas lo más cercano a Él. Es en este momento que la necesidad del Catecismo y el estudio de las verdades de la fe se entienden. La única manera que se puede amar a alguien es conociéndolo, haciendo lo que a esta persona le gusta, y evitando lo que le desagrada. Así es que al estudiar la doctrina podemos aprender quién es Dios, podemos descubrir cómo nos ha pedido que vivamos y que debemos evitar para no separarnos de Él.
Cuando tengas un tiempo, trata de meditar y hacerte ya sea por primera vez, o una vez más, estas preguntas. Reflexiona con cada una de ellas y contesta honestamente a cada una. Yo espero que esta introspección te motive a querer conocer más de la Fe y por lo tanto amar más a Dios.