¿Cuál es el propósito de su vida?
Esta es una pregunta que todos debemos hacernos si queremos ser felices. Como humanos buscamos una razón para nuestra vida, algo que dará significado a nuestros días aquí. No estamos satisfechos con la realidad que encontramos cada día, manchada con sufrimiento, violencia, dolor, y lágrimas. Sí, hay gozos en nuestras vidas, pero frecuentemente ellas pasan rápidamente. Y al final todos vamos a morir. Encontramos significados transitorios en muchas cosas, pero nada nos llena completamente. Todavía, tenemos hambre de más, tenemos sed de más. En esta luz, la vida parece muy terrible. Esto representa una visión de vida sin esperanza. Pero nadie puede vivir en este estado por mucho tiempo. Es necesario que nuestra vida tenga significado. Queremos un significado que permanezca. Queremos un propósito intransitivo. En realidad queremos saber, ¿“porque estoy aquí? ¿Por qué nací?”
Esta hambre es una señal que nosotros fuimos hechos para más. Pero ¿qué estamos buscando? ¿Qué piensan?
Es Dios. Solamente Él puede llenarnos completamente y siempre. Todas las otras cosas, son buenas, pero solamente son buenas en relación a Él. Nuestra, vida debe enfocarse en Él si queremos ser felices. Solamente Él le da significado a nuestros vidas.
En los Estados Unidos antes de la publicación del Catecismo de la Iglesia universal en 1991 había un catecismo para los católicos llamado “The Baltimore Catechism.” Fue publicado en 1885 como un libro por medio del cual los niños podrían aprender su fe. Este catecismo fue compuesto de una serie de preguntas muy sencillas que los niños pudieran entender. También, las respuestas usan palabras muy sencillas para ayudar a los niños a reconocerlas. A pesar de su simplicidad, las repuestas son muy profundas; en realidad la simplicidad de las repuestas es muy útil. Pienso que debido a sus palabras sencillas el Catecismo de Baltimore da una repuesta muy buena a esta pregunta. ¿Porque Dios te hizo? Es en realidad la misma pregunta de la cual hablamos.

The Conversion of St. Augustine by Fra Angelico
Esta es la respuesta: Dios me hizo para conocerlo, amarlo, y servirle en este mundo, y ser feliz con Él en el cielo por siempre. Simple, ¿verdad? Nuestro propósito en esta vida es conocerlo, amarle, y servirle para que algún día podamos ser felices con Él. El cielo es nuestro propósito. Comunión con Dios para la eternidad es nuestro propósito. El cielo es comunión con Dios. El cielo “es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.”3 Dios nos creó con el propósito y este propósito es nuestra bien. Él nos creó porque él quiere compartirse a sí mismo con nosotros. Este es el cielo.
¿Qué significa esto para nosotros ahorita? Mucho. Pero quiero enfocarme en dos cosas sencillas:
- Primero, todas nuestras acciones deben ser dirigidas a buscar la voluntad de Dios. En nuestras vidas, nuestras acciones elegidas son significativas. Si queremos estar en comunión con Dios, es necesario que cooperemos con la gracia que Él nos da para trabajar por esta comunión.
- Segundo, nos damos cuenta que nuestros deseos no serán satisfechos completamente en esta vida sino solamente cuando nosotros estemos unidos en comunión perfecta con Dios en el Cielo. El mundo no es nuestro hogar permanente sino el camino a nuestro hogar permanente, el cielo. El deseo es la manera en que Dios nos lleva a él.
Como San Agustín reza, “Grande eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. ¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación, y precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios? Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le excitas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.”

Confesiones de San Agustin
Fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te.