La temporada de cuaresma está cerca y llega el tiempo de abstinencia y ayuno. ¿Porque hacemos estas cosas? ¿Porque hay necesidad para el ayuno en nuestra vida espiritual?
Hace unos días estaba en la fila para confesión y me quede pensando en la cruz del altar. Recordé que yo estaba ahí esperando el sacramento de la reconciliación por esa cruz. El hecho que yo creo que El murió por mí en la cruz, es la razón que pongo toda mi vida entera a los pies de esa cruz. Es la razón que yo tengo perdón y que busco esa misericordia y Su luz cada vez que regreso a confesar mis pecados.
Jesucristo no tenía pecado y no tenía necesidad de arrepentimiento, y El tomó 40 días para estar en el desierto, rezando y ayunando en preparación para su ministerio. ¿Entonces nosotros que si somos pecadores porque no hemos de necesitar ayunar?
Nuestro amado vino y se hizo hombre. Fuimos salvados. La pasión y resurrección de Cristo es la base de quien somos y como vivimos nuestras vidas. Siempre debemos estar enfocados en esto como cristianos, pero tenemos una gran oportunidad en esta temporada de recordar esto para reforzarnos de nuevo en nuestro camino espiritual. El calendario litúrgico de la Iglesia es un regalo hermoso. En cada temporada, tenemos la oportunidad de reflejar y dirigir nuestro enfoque a la vida de Cristo. Es como un camino en vivo del Evangelio.
Jesús dijo en el desierto cuando fue tentado, “Dice la Escritura que el hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:4
La comida es buena y claro la necesitamos para vivir físicamente, pero es un enfoque constante en nuestras vida. “¿Que vamos a comer hoy? Nos preguntamos. “¿Que hay para cenar?” “¡Tengo hambre!” Vemos algo delicioso y no podemos resistir. El cuerpo tiende a dominarnos. El ayuno es una forma de tomar ese enfoque y dirigirlo a Dios. El ayuno, cuando se hace con el corazón y con intención de penitencia o en oración, ayuda a que nuestro espíritu sea elevado más a Dios. Hay más lugar en nuestras mentes y corazoncitos para amar a Dios cuando eliminamos esa prioridad de estar comiendo hasta satisfacer nuestro apetito.
Después de ayunar, hay más agradecimiento por la comida, más templanza y sobriedad. Es una disciplina para el cuerpo que nos hace falta y es necesario. En muchas partes de la biblia vemos que a través de nuestra historia desde Moisés, hasta Pablo, eventos muy significantes y grandes ocurrieron cuando alguien o un pueblo ayuno. ¡En nuestro ayuno, esperemos que cosas grandes ocurran en nuestras almas y nuestra vida como hijos de Dios!
La iglesia nos pide ayuno (dos comidas pequeñas, nada de botana, y una comida moderada) y abstinencia de la carne roja en el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Pero hay diferentes formas que podemos ayunar. Podemos dejar alguna comida favorita, o ayunar de alguna cosa aquí y ahí como algo que se nos antoje o que sea un exceso. Lo podemos ofrecer en oración, dando gracias por lo que tenemos, ensenándole un poquito al cuerpo que el espíritu tiene prioridades más altas – una unión con Cristo y una vida más allá de lo que hay en este mundo.
Por eso mismo vamos intentar no regresar a ese exceso sin control cuando se llegue la Pascua. A disfrutar entonces pero con templanza. Debemos salir de la cuaresma convertidos de alguna forma para seguir adelante con nuestra misión de vivir más cerca a Cristo cada día más.
Empezamos la cuaresma con cenizas y escuchando, “Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás.” Pero cuando termina Cuaresma y celebramos Semana Santa, recordamos que eso no es nuestro final. Renovamos nuestras promesas de bautismo y gritamos el “Aleluya” con fervor y firmeza porque esa es nuestra alegría y esperanza más grande.
Celebramos días festivos como el día de independencia de nuestro país. ¿Porque? Porque recordamos que fuimos liberados de algún país o reino injusto. ¡Nuestra patria es un orgullo y tenemos libertad! Por eso mismo tenemos la cuaresma, para caminar con la Palabra de Dios, con Jesucristo mismo hasta la gloriosa celebración de la Resurrección. El Reino de Dios es nuestra meta y tenemos libertad del pecado por la batalla que se ganó en la cruz en un viernes Santo. Esto es gran motivo para participar en la Cuaresma con intención. Refleja en cuanto nos ama nuestro salvador. Él nos espera ahí en ese lugar callado y apartado del mundo, para amarnos más.