Nos necesitamos unos a los otros.
Desde los primeros cristianos, se han formado comunidades, para celebrar la misa y seguir el camino de Cristo juntos. El Papa Francisco nos acaba de hablar de las enseñanzas de la iglesia en su reciente entrevista, incluso de este tema.
“La pertenencia a un pueblo tiene un fuerte valor teológico: Dios, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana. Dios entra en esta dinámica popular”
Yo, como muchos de la familia Católica, tengo bellos recuerdos de la comunidad de fe desde mi niñez. Recuerdo los domingos, eventos, y el trabajo de la iglesia, que siempre formaron parte de nuestra vida familiar. Siempre estuvimos rodeados de familias de nuestra parroquia. Muchas de esas familias eran y siguen siendo como una familia extendida. Tampoco, no era raro que llegara el padre de la iglesia a comer en unas de nuestras casas para alguna cena o reunión. Esto era nuestra comunidad cristiana, y sin esa comunidad y esos ejemplos, mi fe en Dios no sería la misma. Ahora que tengo mi familia, tenemos una comunidad también. Sin esta comunidad, nuestra vida sería muy diferente. A través de nuestra vida, cada persona es una bendición.
En una comunidad cristiana, tenemos hermanos en Cristo que nos apoyan con oraciones, ayuda, o consejos. También con un abrazo en los tiempos difíciles que nos dice que todo estará bien; que nos no estamos solos. Nos dice ese abrazo o esa mirada que “aquí estamos nosotros y nuestro Dios es nuestra fuerza y esperanza”. En una comunidad nos ayudamos unos a otros a cargar nuestras cruces y nuestra felicidad aumenta por cada persona que la comparte.
Los frutos del trabajo en el rebaño del Señor se multiplican cuando trabajamos juntos. Me sigo dando cuenta de que los momentos más felices son esos momentos que estamos juntos, trabajando con un mismo propósito eterno. Aun con cansancio físico, estar juntos donde reina el Espíritu Santo, es algo que no se va encontrar en una fiesta de media noche.
Si ponemos atención, el evangelio nos revela que ser cristiano no es fácil. Jesús nunca nos prometió que sería facial. Siempre nos bendecirá con lo necesario para el camino pero sí nos dijo que tendríamos que levantar nuestra cruz para seguirlo. Por esto mismo necesitamos a una comunidad, porque solos, a veces nos olvidamos de la esperanza de la resurrección o de el mandamiento de amarnos unos a otros. Nos podemos empezar a desviar del camino con Cristo.
Como católicos, sabemos que la misa tiene un sentido muy profundo. Es algo muy real, misterioso y un milagroso. Cuando reconocemos que celebramos la misa juntos en comunidad como uno solo cuerpo de Cristo, da un sentido más a esa misa. Esa celebración nos une a Dios y Su Gloria. Se une el cielo y la tierra. Oramos juntos, escuchamos la Palabra de Dios, ofrecemos nuestras intenciones, y recibimos la sangre y el cuerpo de Cristo. Luego el padre nos da la bendición a todos y nos manda al mundo para proclamar la Palabra de Dios con nuestras vidas. Al salir de esa misa, no estamos solos. Dios nos acompaña y nos acompañan nuestros hermanos.
Cuando sufre uno, sufren todos. Esto se refleja cuando alguien muere o está enfermo. La comunidad se vuelve las manos y los pies de Cristo con oración y amor servicial. Son los brazos de Cristo que abrazan. Son Sus manos que preparan alguna comida con amor. Son las oraciones que junto con la Virgen María, los santos y los ángeles piden por el alivio o el eterno descanso del alma de la persona amada.
Esta semana en la comunidad donde crecí, nos despedimos de un gran ejemplo, amigo, y servidor de Dios. Me di cuenta de nuevo como una sola vida que vive por Dios, afecta no solo a su familia, sino a todos los que lo rodean. Fue una de las personas principales que formo esa comunidad desde que se construyó la iglesia en ese pequeño pueblo. Fue gran parte de las vida cristiana de mis padre, de todos que lo conocimos, y de nuestra comunidad. Es triste decir adiós, pero reconocemos que no es un adiós para siempre. Estamos agradecidos a Dios por todos los frutos de su vida.
Tengo una imagen en mi corazón de cuando lleguemos al cielo. Creo habrá alegría no solo de nuestro Padre al recibirnos, sino de todos aquellos que amamos y que nos ayudaron en nuestro camino, ahora juntos y unidos en la gloria de Dios para siempre.
“Pues donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo, en medio de ellos.” Mateo 18:20
CAMINANDO JUNTOS
(Canto)
Caminando juntos
Vamos a salir:
Y nos despedimos
Con un breve “adiós”.
“Adiós” quiere decir
Vaya usted con Dios;
Mi Corazón se alegra:
Contigo voy Señor.
Vamos siempre oscuras
Si nos falta el sol;
vamos siempre solos
si nos falta Dios.
Dios es buen amigo
para caminar.
Si El viene conmigo
Que seguro andar
No camino solo
Porque voy con Dios
Y saludo a todos
Con un gran “adiós”.