Hay etapas en nuestras vidas cuando sentimos una persistente inquietud. En veces sentimos esa inquietud por años. En algunos casos ni reconocemos este sentimiento interno que nos lanza a correr tras las cosas que pensamos que nos van a llenar y que nos darán toda la felicidad que anhelamos.
“Señor, tú nos has hecho para ti, y nuestras almas están inquietas hasta que hallan reposo solamente en ti”. San Agustín
La historia de este gran santo y obispo en la Iglesia Católica, es una llena de drama, escándalo, y dolor, que por fin da vuelta cuando su alma se encuentra con Dios. No se rindió al amor de Dios hasta años después de vivir una vida llena de placeres, ambición, y rebeldía. Es un ejemplo hermoso de lo que Dios puede hacer con nuestras vidas cuando le entregamos todo nuestro ser.
Como San Agustín, hoy en día también vivimos una vida intentando llenar nuestras vidas con diversión, cosas materiales, placeres, el amor de los demás, el éxito, etc. Aunque seamos felices por el momento, sabemos que algo hace falta. Nunca nos llenamos de lo demás y no somos completos hasta que nos encontramos con el amor de Dios.
Aun en un matrimonio, debemos estar conscientes de que el amor de nuestro esposo o esposa no nos llenara como lo deseamos en todo momento. Nuestros corazones están hechos para un amor infinito. Somos hechos para estar unidos con nuestro Creador – nuestro Padre.
En nuestra ansiedad seguimos pensando en un nuevo trabajo, unas vacaciones, estar mejor económicamente, un amor, o que mejorar algo de nuestras vidas nos va hacer más felices. Tal vez lo que no entendemos es que en esa inquietud, podemos tomar el camino al que Dios nos llama, y en ese camino si seremos más felices.
Yo estuve inquieta, lejos del camino con Cristo por varios años, y doy gracias a Él por su amor y que nunca me dejó sola. Pero hay momentos que sigue regresando esa inquietud. Creo la diferencia ahora es que va cambiando lo que sucede en mi alma. Al estar más cerca de Él, nos vamos dando cuenta cuanto lo necesitamos, cuanto nuestras almas están sedientas de su amor.
Hay días en que estoy frente al Santísimo y deseo quedarme ahí todo el día. Y aunque sería ideal, sé que me está pidiendo salir a vivir mi vida como el nos dice en el evangelio. Lo difícil es salir corriendo hacerlo. Es que siempre hay algo más que podemos dejar a sus pies. Algo que rehusamos dejar en sus manos. Cuando finalmente lo dejamos ahí a sus pies y hacemos lo que nos pide, llega la paz. Es en El que encontramos descanso, amor sin fin, y lo que sentimos que nos hace falta.
Es una lucha constante contra lo que nos aleja de Él. Vivimos en un mundo que nos llama la atención. Siempre estaremos inquietos mientras vivamos buscando entretenimiento o felicidad en algo más y no en Cristo. Luego esa inquietud que vivimos, se transmite a nuestras familias y a las personas que nos rodean. Somos más felices y más realizados cuando nuestros esfuerzos son dirigidos a dar, ayudar, y trabajar por lo que es eterno y no temporal.
¿Entonces qué hacemos para seguir unidos con Él y no andar caminando sin rumbo como ovejitas perdidas? Tenemos los sacramentos – la comunión, la confesión, y adoración. También tenemos su Palabra en las sagradas Escrituras. Jesucristo está presente, esperándonos para tomarnos en sus brazos y enseñarnos el camino.
Al bajar Jesús de la barca, vio todo ese pueblo y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente. Evangelio de Marcos 6:34
Los dejo con esta oración que podemos decir diariamente para vivir entregados a la voluntad de Dios. Pero no olvidemos que tenemos a nuestros angeles de la guarda, a nuestra Madre Maria, y a todos los santos para pedirles oraciones cuando luchamos con esa inquietud. Seguiamos buscandolo, porque con El, hay paz.
Padre mío,
Me abandono a Ti,
Has de mi lo que quieras.
Lo que hagas de mi te lo agradezco.
Estoy dispuesto a todo,
Lo acepto todo,
Con tal que Tu Voluntad
Se haga en mí
Y en todas Tus criaturas.
No deseo nada más,
Dios mío.
Pongo mi alma en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
Con todo el amor
De mi corazón,
Porque Te amo y porque para mí
Amarte es darme
Entregarme en Tus manos
Sin medida
Con toda la confianza,
Porque Tú eres mi Padre.
-Hermano Carlos de Jesús