Estamos haciendo planes para la celebración de los 50 años de matrimonio de mis padres. 50 años . . . si, algo que no es tan común en el mundo en que vivimos ahora. Gracias a Dios si hemos celebrado otras bodas de Oro entre la familia y amigos, pero de verdad es un acontecimiento para celebrar. Para mí, es un momento de mucha alegría. Principalmente, porque es una gran bendición.
No es fácil el matrimonio. Eso lo sabemos todos los que estamos casados. Es una aventura diaria en la cual nunca sabemos que tendremos que enfrentar como pareja, pero es un regalo hermoso que Dios nos ha dado. Recuerdo la primera vez que escuche lo que es el propósito del matrimonio. Muchas veces pensamos que todo es por estar unidos para siempre con la persona que amamos. Queremos tanto una persona, que nunca mas queremos separarnos de su lado. Y claro, eso es parte de lo que es el matrimonio, pero más que eso, es una vocación. Una vocación donde el propósito es de dar fruto a nuestra unión –que viene siendo los hijos y vivir la santidad. Significa vivir y amar en una forma como Jesucristo nos ama. La meta – hacer todo lo posible por ayudar a nuestro esposo(a) llegar al cielo.
Como cualquier pareja, mi Papá y Mamá, han vivido momentos difíciles a través de los años, pero veo tantas cosas en ellos de lo cual puedo aprender. Mis hermanos y yo les debemos mucho a ellos. Me pongo a pensar en cada día que mi papa trabaja en tiempos de frio y calor terrible, y en días que hasta enfermo va al trabajo. Como San José, siempre sirviendo a su familia con su labor. Mi Mamá, que siempre ha cuidado de su familia, sirviendo a los demás, vive su vida con el ejemplo de nuestra Madrecita, La Virgen María.
Han permanecido juntos en las buenas y en las malas por la gracia de Dios. Empezaron su vida juntos muy jóvenes. Ahora, aun con cinco hijos grandes, ocho nietos, tres bisnietos, y cincuenta años después, me imagino que realmente parece que fue ayer.
Siempre nos mostraron que Dios era lo principal en nuestras vidas. Mi Papá (tal vez no tan tierno que mi Mamá) siempre me dejo muy claro que Dios es bueno. Recuerdo que una vez me estaba quejando de que un día con mucho aire y polvo estaba “tan feo”. Rápido me corrigió mi Papá y me dijo con una mirada muy seria, “No. No hay día feo. Cada día es un regalo de Dios.” Me quede callada y aprendí la lección. Siempre los vimos a los dos, trabajando y sirviendo en la iglesia. Se aseguraron que estuviéramos en misa, que fuéramos a la doctrina, y que siempre nos sentáramos juntos a cenar como familia. Por estas cosas siempre estaré agradecida.
Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. Salmo 128, 3
Aunque siempre estuvieron lejos de sus familias en México, no tuvieron que caminar solos por los años. Siempre han estado rodeados de una comunidad de fe que siempre los apoya. El amor y cariño de esas familias se extiende a todos nosotros sus hijos y esto también ha sido una gran bendición de Dios.
Le preguntamos a mi Mamá que cual era lo más importante para ella en esta celebración y nos contesto que lo más importante era recibir una bendición en la misa. No me sorprendió su respuesta. Siento mucha paz al saber que siguen dependiendo de nuestro Señor para sostener el amor y la unión en sus vidas. No hablo simplemente del amor que se ve en las películas. Hablo del amor que no nunca abandona, que es servicial, que perdona y que lucha por el bien del otro. Ese es al amor de cual se encuentra en las escrituras.
“Los matrimonios tienen gracia de estado —la gracia del sacramento— para vivir todas las virtudes humanas y cristianas de la convivencia: la comprensión, el buen humor, la paciencia, el perdón, la delicadeza en el trato mutuo. Lo importante es que no se abandonen, que no dejen que les domine el nerviosismo, el orgullo o las manías personales. Para eso, el marido y la mujer deben crecer en vida interior y aprender de la Sagrada Familia a vivir con finura —por un motivo humano y sobrenatural a la vez— las virtudes del hogar cristiano. Repito: la gracia de Dios no les falta.” San Jose María Escriva
Desafío de Adviento:
Toma 30 minutos cada semana de adviento para hacer una actividad con tu familia que tenga tema de Adviento. Puede ser leer las escrituras por la tarde con una vela prendida, escuchar/cantar música de adviento, o rezar un rosario.