Hace unos meses fuimos a cenar después de un evento en la iglesia. En camino a casa nos paramos para poner gasolina. Era una gasolinera donde a veces se ven unas personas que viven en las calles, ahí cerca de la carretera. Mientras mi esposo se encargaba de la gasolina, nuestra hija se fijo que estaba una señora sentada cerca de la entrada de la tienda de la gasolinera. Me dijo, “¿Mama, porque no le das la comida que te quedo de tu cena?” Mi primer pensamiento egoísta fue “Pero, yo me quería comer esto.” Pronto me sacudí del pensamiento y dije “Si, de verdad, tienes razón.” Me baje de la camioneta y empecé a caminar hacia donde estaba la señora sentada en la banqueta.
Mientras me acercaba a ella, empecé a dudar si de verdad era una persona sin hogar viviendo en las calles. “Alomejor nomas estaba ahí pasando el rato.” (Como si fuera algo particularmente divertido que a las personas les gusta hacer por lo regular.) Luego empecé a temer que la iba ofender o que rechazaría la comida. Después de todo, le iba ofrecer la comida que me sobro, no dinero o algo que había comprado para ella. Cuando por fin llegue con ella, le ofrecí la caja. Levanto la mirada y me sonrió. Fue una sonrisa tan sincera y calurosa. Me dio las gracias y le dije algo rápido acerca de Dios, que en este momento no recuerdo muy bien porque creo quedé sorprendida con su mirada.
Regrese a la camioneta y mi hija tenia una mirada de satisfacción. Alomejor hasta se sintió un poco orgullosa de mí porque se ha de haber fijado en mi duda en el momento que me lo pidió. Mi di cuenta que a veces podría aprender mucho de esta personita que Dios puso en mi vida. Ya tenía tiempo que tenia la intención de ayudar en un ministerio que ayuda a las personas sin hogar. Recordé que tenía que empezar hacer algo.
Una compañera de trabajo que tuve un tiempo atrás, me conto de una idea. Me dijo que su hijo tenia de costumbre cargar con el, bolsas de plástico con una bebida, algo de botana, y calcetines nuevos para dar a las personas que veía en la calle. Así es que empaquamos unas bolsas con esos artículos y con una tarjeta de oración. Mi hija les agrego un mensaje al frente con un marcador permanente. Cada vez que íbamos a salir a hacer algo o íbamos alguna actividad a la iglesia, no llevamos unas bolsas. Y por seguro veíamos a alguien en la esquina de la carretera pidiendo ayuda.
Luego, nos hicimos voluntarios para un ministerio llamado Mobile Loaves and Fishes (Pan y Peces Móviles). Alan Graham organizo esta organización en 1998 aquí en Austin con el fin de ayudar a la gente sin hogar y la gente pobre. Empezó con solo seis personas y una camioneta en la Iglesia St. John Nuemann. Ahora se opera en varias ciudades y con varias camionetas. Han servido más de 3 millones de comidas tan solo aquí en Austin. La mejor parte de este ministerio es que toda la familia puede ayudar con el trabajo. Hay varios lugares en la ciudad de Austin y diferentes equipos a los cuales se puede uno enlistarse como voluntario. Es una gran oportunidad para ayudar con sus hijos. Puede salir uno en las camionetas que distribuyen la comida o preparar la comida que va en las camionetas. Los niños pueden ayudar en las dos formas. Se puede ayudar tan solo una vez al mes por unas dos horas.
En los últimos meses, mi hija y yo hemos disfrutado de ayudar en un equipo de “Make Ready” (preparar los sándwiches) que salen en las camionetas. Esperamos ser parte de un equipo que sale en las camionetas en el futuro. Ayudar con la misión de este grupo nos ha dado la oportunidad de ayudar un poquito y trabajar con otras familias ahí. Digo “poquito” porque sé que hay mas trabajo por hacer. Es muy poco lo que damos de nuestro tiempo comparado a todas las bendiciones y horas que nos da Dios todos los días.
Antes cuando no me atrevía a tener una conversación con las personas en la esquina, no tomaba mucho tiempo para pensar en la alma verdadera y real detrás del cartón solicitando ayuda. No es solo una persona sin hogar. Es un alma, un hermano o hermana en Cristo que Dios ama. Tengo que admitir, que yo era la que me estaba perdiendo de algo. Hace poco, al conversar con una señora, ella me hizo sonreír y sentí una alegría al platicar con ella, que sé que ese día, Dios me estaba ayudando a mi a través de ella.
Alomejor nunca sabremos la historia verdadera de alguien que veamos en la calle pidiendo nuestra ayuda, pero como discípulos de Cristo, nuestro deber no es decidir si esa persona se merece ayuda o no, nuestro deber, es simplemente ayudar. No siempre es posible ayudar con un billete de 5 dólares o comida, pero ayudar puede ser con una sonrisa, verlos a los ojos, o simplemente saludarlos y reconocer que es una persona parada ahí. Una oración por esa persona puede ayudar en formas que ni podamos imaginar. Tal vez ya lo hacen. Sigan haciéndolo. Si no, los animo a que siempre sigan esa empujadita que nos da el Espiritu Santo a veces. Puede ser que nosotros seamos los bendecidos con alguien que ha puesto Dios en nuestro camino.