Este Mayo, nuestra única hija hará su Primera Comunión. Creo estamos igual de emocionados los tres – mi esposo, mi hija, y yo. En otra ocasión les platico acerca de esta familia chica y nuestras esperanzas de tener más hijos. Sera por que somos tan pequeña familia, que nos encanta ver a las familias grandes en la iglesia. Ver estas familias nos da mucha alegría y vemos a los padres de estas familias como tipo de héroes en la vocación de familia y la fe. Recuerdo todos los desafíos que hemos tenido nosotros con solo una.
En cierta forma nos hemos estado preparando para este momento en la vida de nuestra hija por años . . .y no siempre fue tan fácil. Recuerdo los días cuando ir a misa era un reto. La distracción constante de “Tendremos que salir a cuarto de los niños por que esta niña no se puede estar tranquila”, “Que pena con este circo que estamos haciendo aquí”, “¿Como le hacen esas familias para que todos esos niños sean tan buenos en misa?”, o el día que en desesperación – “¡Padre, por favor dele una bendición a esta niña para que se comporte bien en misa!”
Poco a poco con consejos, oración, y madurez en nuestra propia espiritualidad fuimos aprendiendo. Primero, esperar que un niño entienda instrucciones en ese momento de la misa sin suficiente preparación es como esperar que un futbolista entienda las instrucciones del director técnico el día del partido sin entrenamiento diario y conocimiento del deporte. Empezamos hacer el esfuerzo de enseñarle lo que es la misa y lo que significa estar ahí (antes del domingo). La hora de clase de doctrina cada semana, no es suficiente. Como padres tenemos la responsabilidad de dar la mayoría de las lecciones.
Lanzamos el entrenamiento – rezamos rosarios antes de misa, fuimos a adoración, leímos las escrituras como familia antes de salir para la Iglesia, hicimos el esfuerzo de estar en la iglesia temprano y sentarnos mas al frente . . . fue entonces que empezaron a cambiar las cosas. Hasta en medio de la misa, frecuentes oraciones fueron necesarias, pidiendo ayuda a María y los santos que nos ayudaron estar tranquilos, sin preocupaciones de “que pensaran los padres que están atrás de nosotros”.
Ahora ella es la que nos estira la mano para sentarnos más cerca del altar y dice ansiosamente que ya quiere poder recibir a Jesús en la Santa Comunión. Quisiera decir que todo fue gracias a nuestra capacidad como padres, pero no. Fue por la gracia que nos da Dios cuando aceptamos recibirla. Sabemos que es muy importante que ella entienda exactamente lo que significa el sacramento que va recibir. Se lo hemos estado explicando entre sus maestras de catecismo y nosotros en casa – ES LA PRESENCIA VERDADERA DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO EN LA EUCARISTIA. No es solo otro sacramento mas para cumplir con los requisitos, es el pan que nos da vida! Tampoco es solo una simple rutina más que hay que seguir en la Iglesia y no es solo un símbolo. Es realmente Jesús.
¿Qué cosa es más importante en nuestras vidas que El? ¿Que razón tan importante tenemos para faltar a nuestra cita con el cada fin de semana? Como sus padres, le vamos ensenar muchas cosas a esta niña en los anos que nos permita Dios, pero de todas las lecciones, la más importante será que ella conozca a Jesús, que reconozca la importancia de que Él sea el centro de su vida. Con El, tendrá las fuerzas para cualquier cosa que se le atraviese en la vida y tendrá dirección con la verdad.
La confesión va mano a mano con la comunión y por esta razón también nuestra hija y todos los niños de su clase hicieron su primera confesión hace unos pocos meses en preparación para su primera comunión. Primero le pedimos a Dios que nos ayude a limpiar casa (en nuestras almas) durante la confesión y nos preparamos para recibirlo con toda la adoración que se merece nuestro Rey. ¿Como recibimos a una persona importante o un algún ser muy querido en nuestras casas? Limpiamos casa y lo recibimos con muchas atenciones. El otro día le comente a mi esposo que he notado las gracias que ella ha recibido desde que empezó a confesarse. Los sacramentos son realmente una maravilla en nuestras vidas.
En estos últimos meses mi esposo y yo no podemos evitar lágrimas al recibir La Comunión. Hemos reconocido nuestra necesidad por El y estamos agradecidos por el amor profundo que nos tiene. Recibirlo es un regalo hermoso. Sabemos lo que Él ha hecho por nosotros – dentro de nuestros corazones y nuestras almas. Ha sanado heridas en nuestras vidas, nos ha acercado a El, y nos ha recibido con brazos abiertos a pesar de todas las veces que lo rechazamos. En ese momento cuando uno tiene ese encuentro muy personal con El, también no se puede evitar la alegría y paz que Él quiere darnos a todos.
Por lo que Él es en nuestras vidas, y el significado de esta Primera Comunión de nuestra hija, estamos felices al saber que nuestras familias nos acompañaran ese día. Que mejor momento que acercarnos a la mesa del Señor, juntos con ella en familia. Y esperamos con anticipación el día que nos podamos reunir todos juntos con nuestra familia en el cielo. Por ahora, nos podemos acercar a ellos en la Santa Misa. También, seguimos orando en la misa por los que siguen alejados del sacramento de la comunión. Tenemos amigos y familia que también son cristianos (pero no son católicos) que vendrán ha estar con nosotros en misa y eso me da mucha alegría. Aun que ellos no puedan tomar comunión con nosotros, mantenemos la esperanza de que algún día podamos recibirlo juntos con ellos.
Aquí están 15 minutos de la película El Gran Milagro que fue creada en México. Se trata de una historia de tres individuos que van a misa un día buscando paz para sus preocupaciones. Sus ángeles guardianes les ayudan entender lo que realmente significa la misa. Se las recomiendo para cuando tengan oportunidad de verla.